Nuevamente combiné el sexo con el amor, sus fluidos con mi saliva, la mariguana con su piel. Sus labios fueron el obstáculo con el que volví a tropezar. Su boca es un helado de limón, a las 3 de la tarde del día más caluroso de mayo.
Ciudad de México, 21 de marzo (SinEmbargo).- Nuevamente he caído en el mundo de las drogas y he realizado una combinación peligrosa. He mezclado sus caricias con mis besos y sus dedos se han entrelazado con los míos. Ella ha vuelto a imponerme su religión y me ha puesto de rodillas durante una hora frente a un Dios en el que no creo, pero al cual le rezo fervientemente.
Sus labios fueron el obstáculo con el que volví a tropezar. Su boca es un helado de limón, a las 3 de la tarde del día más caluroso de mayo, en el que no existen más nubes que la parte blanca de sus ojos.
Volví a amar, volví a amarla. Volví a amarme.
No recuerdo cuándo fue la última vez que miré hacia mi interior. Pero estoy seguro de que necesito escoba y recogedor. O tal vez me baste un soplo de su aliento para acabar con todo el polvo que me cubre las entrañas.
Ese aliento que se transmite a través de los besos que se dan durante los recesos de la escuela o en la oscuridad de las salas de cine o en los aeropuertos durante una despedida. En alguno de esos besos que nacen en su boca y mueren en la mía para resucitarme.
Nuevamente combiné el sexo con el amor, sus fluidos con mi saliva, la mariguana con su piel. Volví a encontrarme dentro de su ombligo, a escuchar el mar en sus latidos, a hacer malabares con sus piernas, a hospedarme en su espalda con el cuerpo inundado de deseo.
Nuevamente estoy enamorado, la noto enamorada y, siendo sincero, nunca me había sentido tan vivo.